Devotos de fe absoluta y puntería sin igual, se ciegan ritualmente como muestra de su devoción a Dios, dejando que su fe en el Todopoderoso guíe sus benditas balas para aniquilar a los enemigos de la iglesia. Su habilidad sobrenatural ha derribado a más de un comandante desprevenido, incluso a distancias extremas.
Los soldados de choque, los caballeros jurados del Duque, llevan la lucha al enemigo por la desolación de la Tierra de Nadie y hasta el corazón del enemigo. Entrenados en asaltos rápidos y equipados con armaduras y armamento pesados, hacen retroceder las líneas del frente mientras las fuerzas aliadas los persiguen para asegurar sus duras conquistas.
Los Yeomen son los hombres y mujeres valientes que defienden los muros y las trincheras del Hogar de Todas Nuestras Esperanzas. Reclutados entre las naciones fieles y juramentados ante el Duque de Nueva Antioquía, han mantenido la posición contra las mareas demoníacas una y otra vez y deben hacerlo siempre, ya que, si ceden, se perderá toda esperanza.
Los ingenieros de combate son especialistas en desplegar y destruir emplazamientos en el campo de batalla y están equipados con armamento de combate cuerpo a cuerpo y armadura pesada para protegerse de sus propios explosivos. A pesar de ello, las tasas de bajas son extremadamente altas en los regimientos de ingenieros de combate, pero consideran un honor luchar y morir por Nueva Antioquía y la Iglesia.
Los pilotos de las divisiones de infantería pesada son reclutados entre los soldados más prometedores de los ejércitos del Duque y, mediante mejoras químicas y un entrenamiento agotador, se convierten en búnkeres ambulantes. Son enviados a repeler los asaltos más devastadores y a matar a los enemigos más temibles que destrozarían el alma y el cuerpo de los soldados normales.
Los clérigos, guerreros sagrados que velan por las almas de los soldados de su compañía, entonan inspiradoras oraciones de batalla, invocan milagros para curar a sus aliados y aniquilar a sus enemigos. Suelen llevar en la espalda un altar dedicado al patrón de la compañía, ya sea uno de los santos de su tierra natal, un poderoso arcángel o el mismísimo Señor.
Los tenientes, que desempeñan un papel fundamental en las lejanas líneas del frente de la Cruzada de Trincheras, demuestran una determinación inquebrantable para preservar la unidad y la moral de sus tropas. Ya sea que hayan obtenido su rango a través de su apellido o por sus acciones en el campo de batalla, estos hombres y mujeres poseen una perspicacia estratégica excepcional y una valentía audaz, mientras que los tontos y los cobardes descubren que sus carreras militares son terminalmente cortas.