Guerreros sagrados de las trincheras, consideran que es su deber religioso peregrinar a las líneas sagradas del frente para luchar contra demonios y herejes por igual. Armados con la fe y con capirotes de hierro, sus cuerpos y almas están aislados de los horrores de la guerra.
Los devotos que consumieron la carne y la sangre de un Meta-Cristo y fueron bendecidos por el rito de la comunión, son fortalecidos por la esencia divina. Actuando como rompedores de filas y guardaespaldas, caminan descuidadamente a través del fuego enemigo, las heridas se cierran milagrosamente mientras atacan a sus enemigos con armas enormes que un hombre normal apenas puede levantar.
Encargado de inculcar el temor de Dios a los peregrinos bajo su cargo, este oficial de la ortodoxia mantiene a los soldados en el camino de la rectitud y castiga a quienes transgreden la ley. Están protegidos por su fe inquebrantable y adornan su persona con signos e iconos de los santos que veneran.
Líderes carismáticos y luchadores poderosos, impulsados por visiones del Armagedón, sus prédicas y profecías impulsan peregrinaciones de un campo de batalla a otro, mientras buscan frustrar las fuerzas del archienemigo o convertirse en mártires en el intento.
El anacoreta del santuario, una colosal armadura mecánica propulsada por diésel y fe, se alza como un símbolo sombrío de la desesperación de la humanidad. En su interior lleno de pinchos y manchas de sangre, el monje piloto soporta una terrible forma de penitencia; sus angustiosas oraciones y cánticos resuenan en el campo de batalla mientras reparte muerte incluso a los enemigos más poderosos.
Líderes carismáticos y luchadores poderosos, impulsados por visiones del Armagedón, sus prédicas y profecías impulsan peregrinaciones de un campo de batalla a otro, mientras buscan frustrar las fuerzas del archienemigo o convertirse en mártires en el intento.
Estos pecadores, ya sean voluntarios o capturados, van al frente de las partidas de guerra de los peregrinos y llevan consigo explosivos de gran potencia. Corren por los campos de exterminio con la esperanza de sobrevivir a la explosión y escapar, o llevarse consigo a tantos herejes como puedan, según sus convicciones.
Santas Hermanas que buscan manifestar los estigmas del Tercer Meta-Cristo que veneran. Cruzan la Tierra de Nadie sin preocuparse por ningún peligro, acercándose al enemigo mientras rezan para recibir heridas que a su vez las transformarán en la misma Venganza del Señor.